top of page

Volver a #Sol cuatro años después


Hace cuatro años viví el 15M pegada a una pantalla. Una pantalla, la de Twitter, que se convirtió en mi ventana al mundo durante varias horas un sábado por la tarde. Recuerdo dónde estaba, qué hice y qué sentía. Una sensación de nerviosismo de querer participar y estar lejos. De saberme parte de algo que podría cambiar el futuro de mi país. Esa extraña sensación que solo tiñe los grandes acontecimientos que marcan la historia. La generación de mis padres recuerda el 23F. La nuestra contará a sus hijos dónde estaba y qué hacía el 15 de mayo de 2011 mientras cantidad de gente diversa, de todas las edades y de múltiples ideologías se reunía en muchas plazas de España a decir "BASTA" y reclamar, por fin, unas instituciones más dialogantes, más abiertas, que tuviesen en cuenta las necesidades de sus ciudadanos y no se plegasen ante los abstractos mercados, sin cara, sin rostro, pero con una daga dispuesta a recortar derechos y libertades.



El viernes (15 de mayo de 2o15) volví a Sol. O llegué, porque nunca estuve durante las acampadas. Me invadió la misma sensación de nerviosismo impaciente que recuerdo del 15M original. Estaba en casa, con las tareas del máster... y me quemaba la curiosidad de vivir lo que queda de ese movimiento que empezó a cambiarnos a todos.


Creo, de verdad, que nos cambió a todos. Ya nadie se atreve a decir que los españoles somos poco participativos o pasivos políticamente hablando, sin que por la recámara de la memoria le pase el 15M. Nadie puede poner en duda el estallido de colaboración social que nació en Sol y se extendió en forma de mareas ciudadanas y organizaciones por todo el territorio. La de la sanidad, la de la educación, la de los derechos sociales. Espacios de cooperación ciudadana, espacios de debate, de escucha, donde la convicción de que "juntos somos más fuertes" empuja a seguir caminando frente a los desahucios y el desmantelamiento del Estado social.


Reconozco que en el camino en metro hacia Sol pensé que lo que viera esa tarde podría defraudarme. Han pasado cuatro años, con su crisis, su desgaste y una legislatura de gobierno del Partido Popular. Un Gobierno que sistemáticamente ha dado la espalda al drama social y se ha dedicado a manejar las agujas del neoliberalismo (la precarización, la flexibilización laboral, el recorte del gasto público) para cuadrar las cuentas y llegar a la nueva cita electoral presumiendo de creación de empleo.


Intenté imaginarme qué habría esa tarde en el km0. Y visualicé todas aquellas pancartas que hace cuatro años clamaban: 'Democracia Real YA', 'No nos representan', 'Lo llaman democracia y no lo es'. Y volví a pensar que tal vez me defraudaba. Porque además de la crisis, del desgaste y del Gobierno del PP, en estos cuatro años aquella fuerza social de los indignados ha encontrado una expresión política: Podemos. Y pensé que tal vez el cauce de protesta ya se había institucionalizado.


Algo de eso sentí. No había tiendas de campaña ni grandes masas de gente. Unas 300 personas , sentadas y en pie, mantenían vivo el espíritu del 15M, escoltados por una pancarta contra la Ley Mordaza que- entre otras cosas- prohíbe acampar en lugares públicos.


Era una asamblea abierta, de aquellas en las que se aplaude agitando las manos y se respeta el turno de palabra. En las que se discute sobre la democracia y el bienestar de todos los seres humanos, vengan de donde vengan. Donde se demandan modelos de producción más justos y respetuosos con el medio ambiente. Donde se denuncia el régimen de esclavitud y el empobrecimiento de los trabajadores. Donde se reclama que la justicia sea independiente y el fin de la impunidad frente a la corrupción. Donde se insiste, con contundencia, en que el cambio será feminista o no será.


Y entonces pensé que, aunque sean menos, siguen ahí. Y el cambio es irreversible. Hablar de cambio en campaña es peligroso, ahora que todos los partidos dicen serlo. Hablo de otro cambio. Del cambio de actitud de la ciudadanía. Más solidaria, más respetuosa, más fuerte, menos resignada. Más dialogante, más dispuesta a escuchar, más involucrada en la política. Porque no toda política pasa por las instituciones. Encender la luz de Sol y mantener la llama viva este tiempo es un triunfo de todos.



bottom of page